Siento que crecí, que me expandí. Los niñxs con ese tinte puro que brilla en sus ojos, que hace resplandecer a todo su pequeño cuerpecito, ellxs me enseñaron de la simpleza, de la maravilla del detalle cotidiano. Nunca había estado tanto tiempo con un grupo de niñxs; me impactó muchísimo.
Aveces uno se cansa de ser uno mismo, pero cuando estuve con ellxs, fui un montón, y me quedé así creo. En realidad, ahora que toda esa avalancha de experiencias aglutinadas, ya pasó, me siento terrible, me siento pésima. Cuando uno está ahí, viviendo el momento, minuto a minuto, segundo a segundo, pierde un poco la conciencia, o esto me pasó a mi, hace meses que vengo viviendo como si fuera un sueño; pero ahora me toca despertar y dar cuenta de lo vivido, me toca bajar un cambio y reflexionar, transformar todo lo absorbido para crear algo nuevo. Pero ante esta situación nueva a la cual necesito otra vez adaptarme, se me recalsina la mente ante el contraste, me desespera. Anhelo el cansancio del encuentro con esas vidas, llenas llenándome...
Hoy me enfrento a nuevos y distintos aprendizajes y muchisimas preguntas, fruto de estas vivencias llenas de color y alegría.
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